Friday, 26 March 2010

"¡Buongiorno per la matina!", era el saludo todas las mañanas de la guía durante mi viaje a Italia.
Trás ello, subíamos al autobús y tan sólo esperábamos a ver las maravillas que nos esperaban aquel día. En general ha sido un viaje fantástico, muy cansado, pero inolvidable. Después de llegar a Bergamo en avión, fuimos a la playa de Venecia, dónde tuvimos la experiencia de pasar la noche en el peor hotel en el que he estado en toda mi vida. Mereció la pena tan sólo porque al día siguiente visitamos Venecia. Imposible contar nada nuevo de Venecia. El paseo en góndola fue uno de esos momentos que quedan para siempre en la retina; esos pequeños canales con casas de cuento. Por un momento cerré los ojos y sentí el movimiento del agua, la góndola se mecía tan tranquila... En Venecia encuentras una parte de tí que creías olvidada, tu lado más sensible, el más romántico.
Por la noche llegamos a Florencia. La habitación del hotel tenía una preciosa terraza, desde la cual saludar a Florencia cómo se merece. En esta ciudad descubres porque el hombre es algo más que instinto, porque destaca sobre los demás seres vivos. Es la capital mundial del arte: la piazza de la Signoria, los Museos Uffici, o el David de Miguel Ángel nos suenan a todos. El Ponte Vecchio es puro patchwork, como si algún caprichoso hubiese querido pegar en él casas diferentes la una a las demás. Nos despedimos de Florencia desde lo alto de la colina Bellvedere.
Aprovechamos un día en Pisa, con su torre famosísima y en Orvieto, una pequeña ciudad de Umbría situada encima de una colina volcánica y con una catedral que a todos nos quitó el hipo. (Quizá porque Dios sabe cuánto corrimos para llegar a tiempo)
Por la noche llegamos a Roma, la città eterna. Es un lugar dónde cada vez que giras la cabeza, puedes ver algo maravilloso. Es un derroche de arte, de elegancia desenfadada, de antigüedad... Ha sido lo que más me ha gustado del viaje y en especial sus piazzas; Navona, di Spagna, della Rotonda o Campo di Fiori. La fontana de Trevi de noche, es un lugar cargado de romanticismo. Nunca podré olvidar aquel helado de Baileys y chocolate que saboreé en el Trastevere, mientras me mojaban las gotitas de la fuente en piazza de Santa María.
La piazza della Rotonda, la visites de día o de noche siempre hay ambiente al rededor de su Panteón rodeado por casitas de colores. El río Tíber al atardecer es un espectáculo, el castello de Sant Angelo se vuelve de un rojo intenso y los puentes se ven con un reflejo distorsionado.
Al son de Arrivederci Roma, abandonamos esta ciudad para embarcar en el ferry unas horas más tarde. Después de tanto arte todos teníamos ganas de discoteca y además recuperamos fuerzas en la Sleeping room. También pasamos alguna de esas 20 horas en la cubierta, viendo la estela que el barco dejaba al surcar el Mediterráneo.

2 comments:

Aidowi said...

Así que intuyo que te ha encantado Italia, no me extraña, es genial.
Yo colgué un candado en el puente Milvio :)
Muchos besos!

Jason Laucht said...

cool blog! i love those cample soups! reminds me of andy warhol!

xoxo